Cuando Robert Solow escribió su famoso artículo en 1956 señalaba que existe un crecimiento de la economía que no es explicado ni por los incrementos del capital físico ni por los incrementos de la cantidad de trabajo. Solow en su modelo inicial explicaba el crecimiento económico de los países y las regiones por dos variables: el capital físico, básicamente infraestructuras físicas, y la cantidad de trabajo, aproximado por el número de puestos de trabajo o alternativamente por las horas de trabajo empleadas en actividad productiva. Además de las dos variables explicativas Solow añadió un residuo tipo “caja negra”. Esto es, Solow añadió un residuo, que denominó “productividad total de los factores”, y que recoge la parte de crecimiento económico de los países y las regiones, no explicada por las otras dos variables que hemos denominado capital físico y cantidad de trabajo. A este modelo se le denominó como modelo de crecimiento exógeno, puesto que dentro de este residuo tipo “caja negra” se encontraban una serie de factores determinantes que en aquel momento Solow listaba como: capital humano (habilidades de los trabajadores, formación profesional, educación secundaria, educación superior, educación y formación a lo largo de la vida, etc) y capital tecnológico (aproximado por las inversiones tecnológicas públicas y privadas).
En este modelo la clave está en la “caja negra”. Pero la “caja negra” es un residuo no una variable explicativa. El residuo recoge un largo etcétera que contiene intangibles importantes y que en realidad como con humildad escribía Solow era “una medida de nuestra ignorancia” en aquel momento.
Dentro de la “caja negra” del residuo de Solow está por lo tanto lo más importante. Está la calidad en el trabajo, está el capital tecnológico, están las buenas o malas relaciones de confianza que generan las redes con mejor o peor capital social, está en definitiva el progreso tecnológico y la innovación.
El modelo de Solow es una primera aproximación, a la que hemos denominado exógena, en donde la clave estaba en el residuo “caja negra”. Este primer modelo de crecimiento exógeno se denomina así puesto que el progreso tecnológico se generaba desde fuera del modelo. El progreso tecnológico como “el maná caído del cielo” surgía del residuo “caja negra”.
Las investigaciones de los años noventa de distintos autores se centraron en el capital humano como variable clave. Un caso claro es el modelo de crecimiento de Mankiw, Romer y Weill del año 1992. En éste modelo más moderno de crecimiento endógeno, la variable explicativa clave pasa a ser el capital humano, que recoge en distintas aproximaciones aspectos como la mayor o menor educación de la población, la formación de los trabajadores, las habilidades, etc. El capital humano está dentro del modelo y se actúa sobre él como variable de política económica.
Los modelos actuales y más modernos, desde finales de los noventa a la actualidad, son modelos, también de crecimiento endógeno, que van añadiendo el resto variables que aparecían dentro del residuo de Solow pero como variables explicativas del crecimiento económico. Así los modelos más actuales incluyen el capital tecnológico como variable explicativa sobre la que se actúa con mayor o menor inversión pública y privada en I+D. Otra variable importante que incluimos los investigadores actuales, a la que denominamos capital relacional, es el grado de colaboración público-privada esencialmente en “la triple hélice”. “La triple hélice” es el triángulo colaborativo entre la Administración Pública, las empresas privadas y la Universidad.
De la combinación adecuada entre el capital humano, el capital tecnológico y el capital, que aquí hemos definido como capital relacional, surge el progreso tecnológico y la innovación, verdaderos motores del crecimiento y desarrollo económico de los países y regiones.
De todo lo anterior se deduce que, si un país o región quiere progresar, aumentar su crecimiento y desarrollo económico, o simplemente, aliviar los perversos efectos de la crisis económica, ha de actuar adecuadamente sobre las variables indicadas. No actuar, reducir la inversión pública en I+D, en la Universidad y en las empresas privadas, pensar que como el maná caído del cielo va a surgir el progreso es mantenerse en la ignorancia.
Una frase de conformidad y dejadez se oye sin cesar en nuestro tiempo: “Nunca llovió que no escampó”. Pensar que la economía va a escampar ella sola sin que se actué sobre las variables antes indicadas es un acto de irresponsabilidad cercano al suicidio colectivo que pagarán con mucha más dureza los más humildes.
Escrito por Pablo Coto Millán. Director del máster de comercio, transportes y comunicaciones internacionales. Master Transcom de la Universidad de Cantabria.
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