La Economía nace con la publicación en 1776 de “La riqueza de las naciones” del filósofo Adam Smith. En dicha publicación el autor se oponía a los poderes absolutistas de los monarcas en referencia a la toma de decisiones económicas. Él consideraba que las regularizaciones que ejercían los monarcas y la nobleza solo buscaban beneficiar a unos pocos frente al perjuicio de todos los demás. Incluso hasta cuando actuaban con buena voluntad, influidos por los mercantilistas, cometían grandes errores. Solo con libertad individual de empresarios y consumidores se consigue el funcionamiento adecuado del mercado. Por ello, este autor consideró que el mecanismo de mercado, “la mano invisible”, podría asignar de un modo eficiente los recursos existentes en la sociedad.
El gran éxito de la obra de Adam Smith tiene lugar durante el auge del pensamiento liberal en el mundo de occidente. La ciencia económica, la Economía, se estaban construyendo poco a poco a través de los tiempos, sobre los cimientos de la obra de este gran autor, con muchos excelentes autores, entre los que quiero destacar a Marshall y a Walras como los artífices del equilibrio parcial y general del mecanismo de mercado respectivamente.
El concepto de asignación factible, eficiente y óptima en el sentido de Pareto, emanado del equilibrio general ha proporcionado una guía sobre cómo actuar en lo económico.
Todo esto se cuestiona con la crisis de 1929 y en la puesta en marcha del New Deal. El aparato teórico detrás de la salida de la crisis de 1929 se encuentra en Keynes. Especialmente en su obra: la “Teoría general del empleo, el interés y el dinero”. Keynes, defendiendo la actuación pública en casos de crisis profundas por vía del gasto y aumento de la demanda agregada, no hace otra cosa que recomendar la intervención en la economía en situaciones de crisis, pero solo transitoriamente. De lo que se trata es de salvar a la población en esas situaciones tan críticas y cuando se vuelva a la “normalidad”, tales intervenciones han de desaparecer.
Es sabido que Keynes era liberal y que por lo tanto defendía el sistema de libre mercado. Su defensa de la intervención pública era solo transitoria en situaciones de crisis. No obstante, la influencia del pensamiento de Keynes ha llevado a la realización de políticas económicas keynesianas después de la Segunda Guerra Mundial. Tales políticas económicas han construido las bases de unas nuevas organizaciones económicas internacionales y de lo que hemos dado en llamar el Estado del Bienestar.
Las ideas keynesianas son abandonadas a finales de los años 70, después de las crisis del sistema monetario internacional -con el abandono del patrón oro- y de las crisis energéticas. Estas crisis propician un nuevo modelo de “economía de oferta” -frente al modelo keynesiano de demanda- y los partidarios de menos intervención de los estados se imponen. Desde finales de los 70 hasta la crisis financiera del 2008 la liberalización económica de Reagan y Tatcher triunfó en el mundo con bastante éxito. Con la caída del muro de Berlín en 1989 parecía que el capitalismo era el único sistema de éxito y estaba llamado a dominar el mundo. Fukuyama de hecho, ha señalado el fin de la Historia en su conocido libro.
Con el tiempo el modelo de la “economía de oferta” entra en crisis en el año 2008. A partir de la crisis de 2008 todo el mundo pensó que era más sensato una cierta regulación de los mercados financieros, al menos con la finalidad de que una crisis financiera no volviera a repetirse. Además, el modelo chino resistió mejor la crisis financiera del 2008 y al parecer ha salido reforzado de modo que hoy ya puede decirse que es el nuevo líder económico mundial – en términos de PIB- ante la dejadez de USA y la impotencia de la Unión Europea.
Desde hace unos meses un virus procedente de China, que en poco tiempo ha contagiado ya más de 4 millones de personas en el mundo y ha matado también a más de 300.000 personas en más de 190 países, ha obligado a las economías del mundo a un estado de hibernación.
Crisis profunda, debido a que afecta tanto a la oferta como a la demanda de la actividad económica. Recuérdese que antes señalábamos que la crisis del año 1929 se afrontó con “políticas de demanda” keynesianas y que las crisis energéticas de 1974 y 1978 se abordaron con “políticas de economía de oferta”. En esta crisis hay que actuar sobre la demanda y la oferta.
Crisis grave, debido a que no sabemos cuándo finalizará el confinamiento y eso conlleva una gran incertidumbre. No hay que decir que uno de los mayores enemigos de la economía es la incertidumbre.
Crisis duradera, habida cuenta que en los distintos países se emprenderán diferentes desescaladas y hasta que no encontremos una vacuna pueden pasar años. Pueden, por tanto, repetirse los confinamientos y parones de la actividad económica, con decrementos de las horas trabajadas y con descensos del consumo.
Las conjeturas, que se están haciendo en los medios de comunicación y redes sociales, sobre qué ocurrirá después, en definitiva, sobre el futuro, las clasificaré en cinco tipos según autores de un cierto reconocido éxito en términos de su influencia mediática y de las grandes ventas de sus libros.
La primera conjetura es del historiador Yuval Noah Harari quien señala que algunos países del mundo pueden aprovechar para ser más solidarios, aunque en algunos otros países puede ocurrir lo contrario, como en USA, en donde el eslogan de “Lo primero es América” puede llevar a un desentendimiento de los asuntos mundiales y a encerrarse de modo proteccionista. Esto es puro mercantilismo, una corriente de pensamiento contra la que luchó Adam Smith y cuyo resultado fue escribir “La Riqueza de las naciones”, propiciando el nacimiento de la Economía como ciencia. Otra cuestión que preocupa a Harari es la pérdida de libertades individuales como consecuencia de los mayores controles a través de sensores de los ciudadanos. La libertad individual es el pilar básico sobre el que se construye la Economía.
La segunda conjetura la proporciona el filósofo Slavonic Zizek señala que habrá ninguna vuelta a la normalidad, pues estamos en un sistema capitalista que propaga los virus. Para este autor todo será distinto y mucho peor, a no ser que se aproveche la oportunidad para afrontar el reto al que se enfrenta la Unión Europea, que es demostrar que se puede hacer lo mismo que China de una manera más transparente y democrática.
La tercera conjetura se debe al novelista Michel Houellebecq que señala que todo será igual, si acaso un poco peor. Houellebecq no cree que nada vaya a cambiar, sino que las tendencias de fondo de la sociedad tecnificada se agudizarán. A lo que se refiere Houellebecq es a que la tendencia al distanciamiento social, a la utilización de tecnologías para comunicarnos, para comprar y vender, ya había comenzado mucho tiempo atrás. Por otro lado, también está aludiendo al nuevo liderazgo de China frente a USA.
La cuarta conjetura la lanzó, ya en 2008, Bill Gates. En aquel año anunció la posibilidad de una pandemia como la que padecemos y una respuesta que habría de darse con la reinvención del capitalismo liberal como un “capitalismo creativo” o “capitalismo de rostro humano”. Al emplear estas expresiones Gates se refería a un capitalismo más justo y más inclusivo, para salvar al capitalismo frente a otros sistemas totalitarios.
La quinta conjetura se debe al escritor Mario Vargas Llosa que destaca no saber si vamos a ser muy distintos que antes, piensa que es posible que seamos más prudentes, más cautos y más responsables. También dice que: “Ojalá la pandemia nos deje una responsabilidad mucho mayor y que no actuemos de esa manera tan arrogante de creer que habíamos dominado la naturaleza, porque no era cierto”.
De los tres primeros pensadores parece deducirse algo preocupante: Si los sensores nos quitan libertad –Harari-, si el comunismo chino más democrático y transparente es el modelo que ha de seguir la Unión Europea –Zizek– y, si todo sigue igual en una tendencia hacia el liderazgo de China en el mundo –Houellebecq-, como ya lo es en África, entonces tendremos el fin de la Economía. Probablemente todas estas conjeturas no sean más que palabrería especulativa y sensacionalista para alimentar a los medios de comunicación.
De los pensadores cuarto y quinto se deduce una llamada a la humildad, prudencia, cautela y responsabilidad social.
Cualquier economista sensato dirá que después del confinamiento las cosas serán distintas. El desempleo y el PIB se van a contraer notablemente. Habrá un rebote de la actividad, sin embargo, uno o varios confinamientos futuros de nuevo deprimirán la actividad.
Desde el punto de vista microeconómico, sectores como el turismo, la hostelería, el transporte de viajeros, y muchos otros servicios personalizados, se verán afectados por cambios tanto en la demanda como en la oferta. La agricultura y la industria sufrirán notablemente y pueden generar efectos muy negativos si no se asegura adecuadamente la cadena de suministro. Otros sectores en los que se pueda realizar tele-trabajo se verán menos afectados. El tele-trabajo requerirá, no obstante, una regulación laboral específica de inmediato.
Desde el punto de vista macroeconómico se necesitará mucho dinero que habrá de ser financiado por deuda pública, por coronabonos o por cualquier instrumento financiero que respalden la Reserva Federal en el caso de USA, el Banco Central Europeo en el caso de la Unión Europea, y las diferentes instituciones monetario-financieras centrales de los distintos países del mundo.
No va a ser el fin de la Economía como ciencia y no será sustituida por técnicas más o menos depuradas de planificación. No será el final de la Economía si la variación conjetural respecto a lo que ocurrirá en el futuro puede incluir la posibilidad de garantizar las libertades individuales. Además, si aprovechamos para aumentar la solidaridad y mejorar nuestros valores sociales, sería estupendo. Si al menos, los países del mundo se condujeran de un modo similar a como lo hicieron después de la Segunda Guerra Mundial reconstruyendo el mundo, sería un alivio para todos.
En primer lugar, se debe realizar un plan estratégico para controlar el virus hasta que se encuentre una vacuna o remedio médico barato y eficaz. El premio Nobel Paul Romer señala que no existe trade-off entre salud y actividad económica. La salud es prioritaria pues con una población enferma se trabajará peor o no se trabajará. No obstante, sin actividad económica, la salud será peor para la población. Los ciudadanos estarán más expuestos a todo tipo de enfermedades si no tienen una actividad económica que les garantice una buena alimentación, un techo y unas medidas higiénicas y saludables. Luego, contrariando a Romer, sí que existe al menos algún tipo de trade-off entre salud y actividad económica.
Romer destaca al menos dos acciones efectivas que se pueden tomar:
“a) Dotar de mascarillas y guantes a todo el mundo durante el tiempo que sea necesario. Acompañado de las medidas higiénicas recomendadas por las autoridades sanitarias.
b) Aislar a todas las personas contagiadas. Aunque sean asintomáticas. Para esta acción es necesario hacer test a toda la población. Romer propone hacer un test cada dos semanas, esto es, 26 test por persona al año.”
De nuevo no estoy de acuerdo con Romer. Tal medida es muy costosa -Romer estima con mucho optimismo 10 dólares por test-, yo creo que estima un coste muy bajo y que es muy optimista respecto a aislar a todas las personas contagiadas. Como alternativa a la propuesta de Romer, se puede aislar únicamente a los grupos vulnerables y limitar el riesgo de contagio con un elevado número de test en la población. Sobre la opción de vigilancia digital, obligando a los ciudadanos a llevar sensores digitales, estoy de acuerdo con Romer en que parece de momento muy costosa y polémica como para implementarla.
Con las acciones anteriores se reducirá la incertidumbre y la confianza generaría una vuelta a la normalidad con muchas probabilidades de éxito.
Los siguientes puntos abordados son más un “desiderátum” de este autor que otra cosa.
En segundo lugar, debemos de hacer la desescalada con prudencia. El tejido empresarial está amenazado, sin embargo, precipitarse puede dar lugar a un rebrote del virus con consecuencias muy dañinas.
En tercer lugar, las medidas y acciones deben decidirse utilizando las herramientas que proporciona el análisis económico. Herramientas como el análisis input-output sectorial, el análisis coste-beneficio y el análisis de eficiencia, para llevar a cabo la revitalización de los sectores clave y más necesitados de la economía, pueden ser idóneas. Se han señalado tres herramientas económicas que han de servir para elegir las acciones y medidas más apropiadas. Sin embargo, existen más herramientas económicas que permiten tomar decisiones adecuadas. Desde luego nunca tomar decisiones populistas -no fundamentadas en herramientas científicas como las anteriores- que puedan entorpecer la sostenibilidad de la deuda pública.
En cuarto lugar, las acciones y medidas económicas para afrontar la crisis han de ser transitorias, esto es, han de finalizar en algún momento. Ha de elegirse qué momento y acertar. La Unión Europea no acertó hace doce años en sus mecanismos de actuación y la crisis financiera se agravó profundamente.
En quinto lugar, después de que cesen las acciones y medidas, es necesario una contención para ir pagando la deuda contraída anteriormente. Habrá por tanto que apretarse el cinturón durante un buen periodo de tiempo. Aquí de nuevo es imprescindible acertar el ritmo de contención y la Unión Europea debería poner en marcha mecanismos de mutualización de la deuda pública.
El rebote de la actividad económica con las acciones y medidas adecuadas puede ser potente. De esta crisis hay que salir con un aumento de la eficiencia y productividad, con un desarrollo económico más robusto y más inclusivo, con menos desigualdades y más estabilidad financiera y política.
Las instituciones políticas del mundo, de la Unión Europea y de España tienen que adoptar decisiones basadas en criterios científicos y no en luchas de poder.
Escrito por: Pablo Coto Millán
Director del Master en Comercio, Transportes y Comunicaciones Internacionales
Universidad de Cantabria
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