En 1930 Keynes pronunció una conferencia en Madrid titulada: “Posibilidades Económicas de Nuestros Nietos” que posee una tremenda actualidad. Tal disertación fue realizada en plena crisis económica derivada del “crack” de 1929. La conferencia se iniciaba considerando que se atravesaba un ataque inadecuado de pesimismo. El progreso económico parecía desaparecer y la caída de prosperidad era lo esperado para la siguiente década. La primera consideración que hacía es que los países, y especialmente, Estados Unidos, no parecían tomarse en serio la gravedad de la situación, lo cual era altamente peligroso. La segunda consideración era la necesidad e importancia de buenos consejos y consejeros económicos para las políticas a desarrollar con la finalidad de salir de la depresión. La tercera consideración fue su optimismo por la situación económica a largo plazo basada en la tecnología y la acumulación de capital. Keynes ha sido conocido por enfatizar las políticas económicas de corto plazo. De hecho, es conocida su frase: “A largo plazo todos muertos”. Sin embargo, en esta conferencia conjetura con optimismo sobre el largo plazo.
El discurso de Keynes aseguraba que en ausencia de grandes guerras y de incrementos grandes de la población, el problema económico podría resolverse en cien años. Esto es, en el 2030. Significaba entonces que el “problema permanente del género humano” no es el económico, pues tarde o temprano se vería resuelto. Reflexionemos. Si hemos sido creados por naturaleza, al igual que otros seres vivos, con impulsos e instintos para la lucha por la subsistencia, entonces: ¿Qué ocurrirá cuando la subsistencia esté garantizada? Para Keynes el peligro de un “hundimiento nervioso” era entonces lo esperado si no existía una transición en la que los humanos continuáramos trabajando. El temor sobre cómo usar la libertad, cómo ocupar el ocio, una vez que el problema económico esté resuelto, era preocupante. El humano necesitará, al menos durante muchos más años que cien, hacer algún trabajo, si desea estar satisfecho y contento. Tres horas al día, decía Keynes, puede ser suficiente para satisfacer al viejo Adán que llevamos dentro.
Nuestro destino es resolver el problema económico de la subsistencia. Para conseguirlo en los próximos años hemos de evitar las guerras, controlar el crecimiento de la población mundial, ajustar la producción y el consumo mundial sin despilfarro, y por último y no menos importante confiar en la ciencia la dirección de aquellos asuntos que son propios de la ciencia.
Escrito por Pablo Coto Millán. Director del Master en Comercio, Transportes y Comunicaciones Internacionales (Master TRANSCOM) de la Universidad de Cantabria.
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