Hoy parece que es comúnmente aceptado entre los estudiosos de la Antropología que las sociedades primitivas de cazadores y recolectores eran muy igualitarias. Igualitarismo no sólo de género sino también entre los distintos miembros de las bandas de cazadores y recolectores. A ninguno de ellos se le permitía erigirse como jefe de los demás.
En el Paleolítico los “homo sapiens” nómadas poblaron la tierra en grupos o bandas de 30 a 50 individuos, muy probablemente en sociedades matriarcales y matrilineales, que circunstancialmente vivían en cavernas, sin jefes y a su libre albedrío. Los niños eran educados por la banda y no sólo por sus padres. Los hombres jóvenes eran instados a abandonar la banda y buscar pareja en otra banda para evitar la consanguinidad.
En el Mesolítico los “homo sapiens” siguen siendo nómadas, se organizan en clanes, pero pasan más tiempo en unos lugares determinados. Vivían en sociedades muy probablemente matriarcales y matrilineales, que vivían en aldeas de 100 a 150 individuos en chozas fabricadas por ellos mismos, surgen “las sociedades de jefatura”, en donde los jefes voluntarios (Mumis) son asumidos por el resto de miembros de la aldea de forma voluntaria y transitoriamente para realizar determinadas tareas colectivas de interés común.
En esta época mientras unos miembros de la banda trabajaban la tierra en régimen de propiedad comunal, muchos cazadores y recolectores comenzaron a tener dificultades para su caza mayor en torno al asentamiento transitorio de la aldea. Por ello quienes se dedicaban a las tareas agrícolas, de recogida de tubérculos, frutos y caza menor, comenzaron a tener una gran influencia pues mucha parte del sustento dependía de ellos.
Allí donde las cosechas mejoraron los “homo sapiens” se fueron asentando más permanentemente y se inicia el Neolítico. En el Neolítico los “homo sapiens” pasan a ser sedentarios, la agricultura cada vez es más intensiva y productiva, con lo que se generan excedentes que pueden ser codiciados por los cazadores y recolectores de caza mayor de otras aldeas. De este modo los cazadores abandonan la caza mayor y se asientan en las aldeas con la justificación de proteger los excedentes agrícolas.
En la “revolución del Neolítico”, la población crece de un modo importante, ya no son aldeas de 150 individuos, en donde la “vigilancia mutua” permite la convivencia, sino que pasan a ser aldeas cada vez más extensas en territorio y número de habitantes. La sociedad de jefatura ya no es suficiente y el jefe pasa a ser de “ordeno y mando”. En este tipo de sociedad de “ordeno y mando” están los orígenes de la propiedad, de la guerra, del Estado y del patriarcado. Antes eran los hombres jóvenes los que se marchaban de la banda o aldea para evitar la consanguinidad y las mujeres las que se quedaban dando un apellido al clan. En el Neolítico son las mujeres las que estuvieron obligadas a marchar de la aldea. En las nuevas comunidades o aldeas las mujeres sin familia sanguínea estuvieron abocadas únicamente a procrear y criar, esencialmente varones, que heredarían el apellido y las propiedades. En esta época se inicia y consolida muy probablemente la sociedad patrilocal y patrilineal que llega hasta nuestros días.
Indudablemente el proceso anterior ha llevado miles de años. Sin embargo, si el “homo sapiens” tiene unos 180.000 años y la “revolución del Neolítico” comenzó hace unos 10.000 años, puede decirse que muy probablemente la humanidad ha vivido en sociedades más igualitarias, matrilocales y matrilineales, en torno al 95%, y solo el 5% restante en sociedades patrilocales y patrilineales.
El secreto del ser humano es la capacidad de cooperar y con ello de trabajar en equipo. En sociedades de poblaciones mayores a 150 individuos la cooperación voluntaria no funciona y es necesario el jefe de ordeno y mando para cooperar. Aunque sea una cooperación coercitiva, la cooperación es la base de la prosperidad.
Lo anterior explica, el origen de la propiedad, del Estado y de las guerras. No explica el paso de las sociedades matriarcales a las patriarcales. Por alguna razón, indudablemente cultural y no biológica, en un momento determinado del Neolítico, los jefes coercitivos fueron mayoritariamente hombres y tuvieron la posibilidad de acumular propiedad. Los varones dueños de esa propiedad desearon preservar las propiedades a sus herederos y pensaron que lo más adecuado era que tales herederos fueran varones.
El surgimiento del patriarcado no fue un “complot de los hombres” en contra de las mujeres sino más bien una singularidad del último 5% de la historia de la humanidad.
Escrito por Pablo Coto Millán. Director del máster de comercio, transportes y comunicaciones internacionales. Master Transcom de la Universidad de Cantabria.
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