Frecuentemente asociamos el concepto de evolución con el nombre de Charles Darwin. En general se asocia esta idea de la evolución a que los desarrollos sucesivos de la vida animal y vegetal dan lugar a avances hacia estados más perfectos de la naturaleza. Sin embargo, tal evolución implica competencia de las especies por los alimentos y el territorio, lo que indudablemente da lugar a un juego de suma cero, esto es, a ganadores y perdedores, donde lo que uno gana lo pierde otro.
Darwin llegó a su descubrimiento en octubre de 1838, cuando cayó en sus manos el libro titulado: “Ensayos sobre el Principio de la Población”, de Thomas Malthus. Este libro se había publicado en 1798 como un sermón del clérigo sombrío Malthus que predicaba la abstinencia sexual. A Darwin se le ocurrió aplicar la idea de Malthus de la competencia por los recursos alimenticios entre los humanos, a la vida de origen animal y vegetal. El físico e historiador americano Silver S. Schweber ha reconstruido con todo detalle la secuencia de textos que Darwin estudió hasta escribir El Origen de las Especies. Así según Schweber, Darwin leyó primero el libro Ensayos sobre el Principio de la Población de Thomas Malthus y después el Curso de Filosofía Positiva de Auguste Comte, en donde se recalcaba de un modo especial, que una verdadera teoría científica debía de ser capaz de predecir, debía ser empírica y debía de trabajar con datos. Después de estas lecturas abordó la biografía de Adam Smith de Dugad Stewart (Sobre la vida y escritos de Adam Smith). La idea más influyente de Adam Smith y que mayor huella dejó en Darwin fue la de la “Mano Invisible del Mercado”, algo análogo a la “Mano Invisible de la Naturaleza”. Según Schweber, Darwin dedicó también mucho tiempo a estudiar los trabajos estadísticos del belga Adolphe Quetelet. Las reflexiones de Quetelet le hicieron de nuevo volver a Malthus y apreciar enteramente su significado: “Si la población crecía geométricamente y la provisión de alimentos lo hacía sólo de forma aritmética, necesariamente se iba a producir una lucha por la supervivencia”.
El Origen de las Especies apareció publicado por fin a finales de 1859. La edición se vendió en menos de una semana y este libro cambió la visión de la vida y de la naturaleza que se tenía entonces.
Darwin propone una teoría de la evolución apoyada en una hipótesis que funciona como un mecanismo automático: la selección natural. Esta selección natural es un proceso en tres pasos. En el primer paso las especies son de mucha fertilidad y diversidad, no suele haber dos individuos idénticos. En un segundo paso, sobreviven y se reproducen mayoritariamente aquellos individuos con cualquier ligera ventaja competitiva sobre los de su especie. De esta manera los más aptos se preservan y acumulan en sucesivas generaciones. Las poblaciones de los más aptos se adaptan lentamente a su entorno a lo largo del tiempo. En un tercer paso y tras muchas generaciones, los caracteres más competitivos se acumulan gradualmente y pueden formar nuevas variedades e incluso nuevas especies.
En fin, a partir de Darwin podemos percibir la grandeza de la vida y su concepción. Cuando contemplamos un insecto, una planta, una ardilla, ya no contemplamos a cada uno aisladamente, sino como personajes de una tragedia griega en continuo drama de conflicto y competencia en lucha por su supervivencia.
En definitiva, fueron las ideas de A. Smith y de R. Malthus las que configuraron en la mente de Ch. Darwin su teoría de la evolución mediante la competencia y selección natural, y no como vulgarmente se considera que las ideas del mercado y competencia son una mera aplicación de la hipótesis fundamental de la teoría de la evolución.
Escrito por Pablo Coto Millán. Director del máster de comercio, transportes y comunicaciones internacionales. Master Transcom de la Universidad de Cantabria.
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