Los papas y ministros católicos hubo épocas en las que interpretaron las enseñanzas de la Biblia de un modo muy particular. No podía ser que se compraran bulas a los ministros religiosos para ganar el cielo con independencia de los actos en la vida terrenal. Ante este hecho se reveló Lutero. Esas interpretaciones de los ministros y líderes religiosos eran interesadas y en su propio beneficio. De ahí que Marx desde un planteamiento materialista aprovechara para tildar a “la religión como el opio del pueblo”.
La reforma protestante calvinista fue ganando adeptos en los siglos XVII y XVIII. De ahí que tal reforma promocionará una nueva clase social de comerciantes, artesanos, industriales, que se conocerá como burguesía. El éxito de estos burgueses en sus empresas y el cobro de intereses por sus préstamos pasaron a ser bien vistos por la sociedad protestante y esto dio lugar a una importante acumulación de capital que a su vez sería seguida de la revolución industrial. Una revolución industrial que en cierta medida es el origen del ‘capitalismo moderno’ en Inglaterra primero y después en el centro y norte de Alemania, Países Bajos y la costa oriental de Norteamérica.
Los seguidores de la reforma protestante de Lutero y sobre todo de la reforma más radical de Calvino descubrieron el camino hacia la salvación en la ética del trabajo, en la honestidad en sus negocios, en el emprendimiento, en la vocación artística y en la creatividad.
El radicalismo de algunos grupos protestantes forzó su exilio y su establecimiento en las colonias británicas de Norteamérica. Provocó el traslado, desde Europa, de un colectivo social, laborioso y sujeto a estrictos códigos morales, que lideraría la germinación y la consolidación de los Estados Unidos sobre los pilares de un nuevo modelo económico.
En parte este planteamiento lo hizo ya Max Weber cuando publicó en 1904 su obra ‘La ética protestante y el espíritu del capitalismo’. Este libro es una referencia obligada para explicar el impacto de la reforma protestante en el capitalismo moderno.
Weber en su tesis desafiaba a la tesis materialista de Marx. Así, Timasheff señala: “en los años de juventud Weber quiso poner a prueba la afirmación básica del marxismo, según el cual todos los fenómenos culturales, incluso la religión, están fundamentalmente determinados por la evolución de las fuerzas económicas. Para Marx la reforma protestante fue un subproducto del nacimiento del capitalismo. Weber decidió someter a prueba esa hipótesis, y llegó a una conclusión diferente (…) El capitalismo moderno o maduro (…) nació no simplemente por una necesidad económica interna, sino como si fuera impulsado por otra fuerza naciente: la ética religiosa del protestantismo, y en especial del calvinismo (…). Según Weber, esas máximas de conducta religiosa y secular estaban tan de acuerdo entre sí, que el nacimiento de la orientación ética protestante puede considerarse como condición necesaria, aunque no suficiente, del nacimiento del capitalismo moderno”.
Como vemos en los párrafos escogidos de Timasheff, éste, en su interpretación de la obra de Weber, se acerca mucho a una interpretación causalista que cuestiona al materialismo histórico de Marx.
Giddens, reconoce que la obra de Weber cuestiona implícitamente algunos planteamientos del materialismo histórico. Así nos dice que Weber:
«se mostró de acuerdo con determinados elementos del análisis marxista convencional sobre la ideología religiosa, pero rechazó de todas formas el materialismo histórico «unilateral» que no concedía ninguna influencia positiva al contenido simbólico de las formas específicas del sistema de creencias religiosas».
Giddens matiza:
“El propio Weber rechazó con dureza las afirmaciones del materialismo histórico a este respecto; la concepción de que los sistemas ideológicos pueden en algún sentido reducirse «en último extremo» a los factores económicos está rotundamente equivocada la verdad es que no existe ninguna relación unilateral entre los factores materiales e ideales”.
Por otra parte, Weber no pretendió nunca sustituir una interpretación causal «materialista» por otra exclusivamente «espiritualista». Nos lo recuerda explícitamente al final de su ensayo: «Hemos procurado poner de relieve los motivos fundamentales del hecho y el modo de su actuación en sólo un punto, el más importante ciertamente”.
Como se ha visto han sido muchas las interpretaciones del origen y el desarrollo del capitalismo moderno desde un planteamiento materialista a un planteamiento más espiritualista, cultural y religioso. Incluso una tesis precedente del mundo puro de las ideas o espiritualista es posible.
Por eso es chocante que aún hoy existe una imagen estereotipada respecto a los ‘hombres de negocios’ que protagonizaron los albores del capitalismo. También persiste una imagen materialista sobre los primeros economistas y pensadores económicos. Así, Adam Smith (1723-1790), que ha pasado a la historia como el padre de la Economía no fue un ‘economista sin alma’ como algunas personas aún hoy siguen creyendo. Smith fue un filósofo moral calvinista escocés que reflexionó sobre el libre mercado y creó el concepto de la “mano invisible”.
La secularización de las sociedades industriales ha aumentado, pero no ha hecho desaparecer los rasgos más sustantivos de la cultura económica y del trabajo que la reforma protestante inspiró y que en alguna medida han sido adoptados posteriormente por la Iglesia Católica.
Escrito por Pablo Coto Millán. Director del máster de comercio, transportes y comunicaciones internacionales. Master Transcom de la Universidad de Cantabria.
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