En la Edad Media, los temas más debatidos eran las condiciones en las que se podían cobrar intereses por un préstamo. La Iglesia Católica tenía una posición oficial contraria al cobro de intereses por considerarlos como usura. Ya en el Antiguo Testamento (En el Deuteronomio) se manifiesta que no es correcto cobrar intereses por los préstamos. En el siglo IV, en el Concilio de Nicea, se prohibió la práctica de cobro de intereses entre clérigos y posteriormente, con Carlomagno, se extendió la prohibición a todos los cristianos. De ahí que la Escolástica se ocupara tanto del “precio justo” como de la usura. No obstante, con fórmulas contractuales como la “societas” y el “census”, se permitían cobrar ganancias de los préstamos sin ser considerados intereses usureros.
La Iglesia Católica ha coexistido con legítimos cobros de intereses fórmulas de cobro de intereses en operaciones de cambio de moneda, en “societas” y “census” y cobraba discrecionalmente entre sus feligreses la redención por estas prácticas. Los pagos por la redención se fueron convirtiendo cada vez en más arbitrarios y acabaron constituyendo una oportunidad de explotación monopolística con discriminación de precios de primer grado por parte de la Iglesia Católica.
En los siglos XII y XIII, los comerciantes y banqueros permitían el pago de intereses por los depósitos bancarios de modo legítimo.
La Iglesia Católica medieval mantenía sus posturas doctrinales prohibiendo la usura, recaudando más bulas y sus beneficios extraordinarios para evitar la entrada de religiones competidoras para mantener así su posición de monopolio. No es difícil de imaginar que a través de la confesión, el ministro de la Iglesia católica podía perfectamente practicar la discriminación de precios de primer grado cuando vendía una bula, extrayendo todo el excedente del consumidor de bulas.
La Reforma Protestante fue un fenómeno económico con raíces en los beneficios y costos intertemporales para los miembros de la iglesia y los grupos descontentos.
La Iglesia Católica medieval, controlaba y manipulaba la doctrina y las reglas para aumentar sus ingresos. El resultado fue que los excedentes del consumidor para los creyentes de la Iglesia fueron reducidos a la mínima expresión por una política dirigida por la iglesia de discriminación de precios de primer grado, que puso a los creyentes muy cerca de la deserción.
La llegada de la Reforma protestante fue una innovación con un sistema de creencias parecido que permitió a los consumidores que buscan la redención, tomar otros caminos más baratos para la salvación eterna. En definitiva, la Reforma protestante compite con la Iglesia Católica.
El protestantismo hizo que la redención fuera más barata y aumentó los excedentes del consumidor de los creyentes al reducir los precios y eliminar la discriminación de precios de primer grado.
En la Edad Media, la entrada exitosa de sectas protestantes requería una estructura de precios más plana.
A finales de la Edad Media, la doctrina de la Iglesia Católica que implicaba el purgatorio, la indulgencia, la confesión, la penitencia, la compra de bulas y todas sus creencias, se habían vuelto tan complejas que generaron confusión y deserción de creyentes. Especialmente importante en las deserciones, eran los altos precios que la Iglesia Católica cobraba por la redención de los pecados.
En lugar de introducir un “sistema de creencias” completamente nuevo, las religiones protestantes adoptaron a Cristo y las enseñanzas cristianas centrales de la Biblia, pero abaratando los precios de redención, los costes de transacción, e introduciendo la predestinación.
Hay que decir que la viabilidad de la Iglesia Católica estaba indisolublemente unida al tipo de instituciones sociales y económicas que existían en el momento anterior a la Reforma protestante. Durante siglos, los historiadores y otros observadores han argumentado que la “venta de indulgencias” produjo la Reforma protestante. No obstante, el argumento tradicional gira en torno a la ética protestante contra la corrupción moral de la Iglesia Católica que practicó la “venta de indulgencias”.
Max Weber planteó, incluso, que la Iglesia Católica supuso un freno al capitalismo comercial, mientras que la Reforma protestante propició la Revolución Industrial y el origen del Capitalismo moderno.
En este artículo, el planteamiento difiere de la explicación de Max Weber y propone como explicación el funcionamiento monopolístico de explotación de los católicos con discriminación de precios de primer grado por parte de los ministros y papas de la Iglesia Católica. Además, se añade que la competencia de las religiones protestantes con innovaciones doctrinales fue un éxito, pues aliviaba las costosas consecuencias económicas para los creyentes católicos.
Es difícil tener una imagen clara de las variantes especiales del protestantismo y de cómo se desarrollaron. Una investigación adicional a este artículo debería analizar la naturaleza precisa de las “deserciones de la doctrina de la Iglesia Católica” y el impacto de la Reforma en todos los mercados religiosos. La Iglesia Católica se vio abocada a cambiar sus políticas por la nueva competencia y ajustó, después de la entrada de los competidores protestantes, tanto la doctrina religiosa como la práctica.
Escrito por Pablo Coto Millán. Director del máster de comercio, transportes y comunicaciones internacionales. Master Transcom de la Universidad de Cantabria.
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