Petronio en su obra EL Satiricón (hacia el año 60 después de Cristo) cuenta como un humilde fabricante de vidrios descubrió el modo de hacer un vidrio con una dureza y flexibilidad extraordinaria. Cualquier objeto realizado con ese vidrio se tiraba al suelo y no se rompía. Además, el objeto se abollaba, pero con un martillo se reparaban las abolladuras. El fabricante muy emocionado por su descubrimiento pidió audiencia a su emperador. Después de una larga espera fue recibido. Ante el emperador, el humilde fabricante romano le mostró su invento. El emperador le preguntó si alguien más sabía de aquel invento y si era posible que otra persona pudiera también fabricar aquel vidrio flexible. El humilde romano le contestó que solo él conocía el secreto. Inmediatamente el emperador llamó a sus guardias y ordenó: ¡Que le corten la cabeza! Una vez que los guardias se llevaron al humilde romano los consejeros preguntaron a su emperador la razón de tal decisión. El emperador les respondió (sic): “Para evitar que tal nuevo material hiciera bajar el precio del cobre, la plata y el oro de nuestro imperio”.
Plinio en su Historia Natural (hacia el año 78 después de Cristo) se hizo eco de la historia anterior añadiendo que el emperador en cuestión fue Tiberio. No solo le cortó la cabeza, sino que ordenó destruir el taller completamente.
Isidoro de Sevilla (556-636 después de Cristo) recoge también esta historia en su obra Etimologías. Al parecer de esta última obra la tomó el Pseudo-Heraclio para incluirla en su manual De Coloribus et Artibus Romanorum (siglo X).
Hasta hoy nadie ha hallado ningún ejemplo de vidrio flexible en yacimientos arqueológicos. De hecho, algunos investigadores han sugerido que podría haberse tratado de aluminio. Actualmente existe un tipo de vidrio flexible de aluminosilicato. También hoy se utiliza vidrio flexible en la electrónica para producir, por ejemplo, módulos solares.
Lo cierto es que en la antigua Roma los inventos y las tecnologías no se expandieron por todo el Imperio como era de esperar debido a la falta de incentivos. En la Alta Edad Media en cambio aquellos inventos de los romanos se extendieron como fuego incontrolado. En la antigua Roma solo se dedicaban al comercio y a la industria los manumisos o antiguos esclavos. El prestigio de los romanos estaba en el poder político y militar. El sistema de recompensas que los romanos ofrecían a los comerciantes e industriales era algunas ganancias monetarias y desprestigio social. El prestigio estaba en la política, la obtención de prebendas derivadas de la política y en el poder militar y la obtención de conquistas de tierras, algún botín de guerra e incluso otras actividades parasitarias o destructivas derivadas de las anteriores.
A lo largo de la historia han podido descubrirse multitud innovaciones de todo tipo, ya sea industriales, energéticas, biológicas o médicas. Sin embargo, es posible que no se difundieran porque a determinados grupos de interés o personas no les interesaba, o consideraban como en el caso de Tiberio que podían ser perjudiciales.
Por todo lo anterior, no solo hay que descubrir, innovar e inventar, en toda época es necesario que, las instituciones representativas de la sociedad, no permitan que tales descubrimientos permanezcan ignorados, y puedan utilizarse adecuadamente por todos los ciudadanos.
Escrito por Pablo Coto Millán. Director del Master en Comercio, Transportes y Comunicaciones Internacionales (Master TRANSCOM) de la Universidad de Cantabria.
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