A partir de la cooperación de los grupos humanos, van naciendo las ciencias al observar la naturaleza y domesticar animales y semillas, recolectar sus frutos, distribuirlos entre los individuos y almacenarlos en caso de excedente.
En definitiva, con la cooperación nace la idea de administrar los recursos producidos y nacen las ciencias. El descubrimiento del árbol de la ciencia, la pérdida de la inocencia y la expulsión del paraíso de recolectores-cazadores ha dado lugar a la vida en sociedad tal y como hoy la conocemos.
El conocimiento, la Ciencia en sentido amplio y las tecnologías, se aplican al servicio de los intereses particulares y colectivos con la finalidad de mejorar el bienestar de nuestras vidas. En mi opinión, la teoría del capital humano explica bien la educación, la formación técnica y/o artística desde el punto de vista individual, sin embargo, los beneficios generados para el conjunto de la sociedad son más que una mera suma de los beneficios individuales y no son explicados por la teoría del capital humano. Por ello, es necesario una teoría económica de la Ciencia.
Las explicaciones que no da la teoría del capital humano las ofreceremos desde la teoría económica de la ciencia. En esencia, la teoría económica de la ciencia busca entender el impacto de la Ciencia en el avance de los conocimientos científicos y sus aplicaciones en las tecnologías, a partir de explicaciones del comportamiento de los investigadores científicos, y de la eficiencia o ineficiencia en el funcionamiento de las instituciones científicas. La importancia de la teoría económica de la ciencia es relevante dado que la Ciencia es el principal motor de las tecnologías y las tecnologías son uno de los principales motores del crecimiento y la productividad económica. Considerando que la Ciencia importa, la teoría económica de la Ciencia explica el comportamiento de los investigadores científicos y el funcionamiento de las instituciones científicas.
En Ciencia y tecnología, como en otros ámbitos del comportamiento humano individual, en grupo e institucional, todo se reduce a analizar los costes, los ingresos y los beneficios esperados.
En el funcionamiento de toda sociedad hay una base económica explicable a partir de precios y mercados. Una vez satisfechas las necesidades vitales de comida y salud, hay que generar educación para formar a personas en los conocimientos, artes, ciencias y técnicas adquiridos con anterioridad por la humanidad. Es el legado que se transmite de generación en generación. Los rendimientos sociales y privados que se derivan de la inversión en esta educación e investigación son muy elevados y constituyen el progreso de una sociedad.
Imaginemos el mercado de conocimientos científicos. En el mercado de conocimientos, la ciencia y la tecnología, tratados estos como mercancías, la calidad de los mismos se mediría a través de las aplicaciones que surjan para mejorar nuestro entendimiento del mundo real. Un conocimiento científico será más cotizado cuanto más verosímil sea y más aplicaciones útiles proporcione a la sociedad. Sin embargo, al investigador hay que darle incentivos y nada mejor que perciba parte de los beneficios de sus descubrimientos. Aquí está la clave de por qué unos países están más avanzados en ciencias y tecnología que otros.
En algunos países la inversión en investigación, ciencia y tecnología es mínima y en otros es muy elevada. En los países en los que la inversión es elevada en investigación, ciencia y tecnología o si se quiere, en investigación, desarrollo e innovación (en adelante I+D+i) se debe a que la iniciativa privada tiene unos beneficios esperados altos. Este es el modelo de EEUU y el Reino Unido. Por el contrario, en los países en los que la inversión privada es media, es porque los ingresos están algo por encima de los costes incurridos, con beneficios esperados medios. Estos países son Alemania, Holanda, Bélgica, Dinamarca, Noruega, Suecia, Finlandia y Japón. El resto de los países del mundo tienen inversiones privadas bajas y muy bajas.
Los países con rigideces institucionales tienen beneficios o retornos esperados medios, bajos y muy bajos como fruto de sus inversiones en I+D+i. Estos países, conscientes de su situación, aumentan la inversión pública en I+D+i para tratar de competir con los países con beneficios o retornos esperados altos. La cuestión es que, al realizar una inversión pública en investigación, los investigadores públicos no tienen los mismos incentivos que los privados para obtener éxito. Por ello, el modelo público de investigación tiene menos éxito que el privado. Para que el modelo público funcione con más éxito se debe diseñar un sistema de incentivos adecuados para los investigadores públicos. Si los incentivos son adecuados, la probabilidad de éxito será similar para los investigadores públicos y privados.
Si no se conocen hechos científicos demostrables respecto a una rama del saber, surgen pseudociencias para rellenar esos huecos hasta que los descubrimientos científicos y la ciencia desplacen a los pseudocientíficos. Los pseudocientíficos estiman su transitoriedad temporal en términos de costes, y si tales costes les suponen menos que los beneficios transitorios de funcionar en ese segmento del mercado, seguirán funcionando.
En los países pobres, las instituciones funcionan peor y los costes esperados para los pseudocientíficos suelen ser muy pequeños en relación a los ingresos esperados. Esto es, existen unos beneficios esperados positivos.
Es importante saber que con las pseudociencias no solo pierden los clientes de las mismas, sino el conjunto de la sociedad.
Como solución individual al problema de las pseudociencias es muy importante practicar y enseñar a practicar el método científico en sus diferentes variantes ya sea deductivo, inductivo, falsacionista, paradigmático o creativo. Con el método científico puede analizarse y separarse los científico de lo pseudocientífico.
Diseño de mecanismos de incentivos para los investigadores e instituciones científicas, elevar sanciones para las prácticas pseudocientíficas y aplicación del método científico son, sin duda, los consejos que se pueden extraer de esta primera incursión en la teoría económica de la Ciencia.
Escrito por Pablo Coto Millán. Director del máster de comercio, transportes y comunicaciones internacionales. Master Transcom de la Universidad de Cantabria.
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