Jenofonte (427-355 a. C.) se preguntaba por el valor de las cosas y apostó por una teoría subjetiva del valor de las mismas. Introduce incluso el concepto de utilidad subjetiva decreciente y distingue entre el valor como algo subjetivo y la riqueza como algo objetivo.
Protágoras (480-411 a. C.) formuló la primera teoría del valor basada en el trabajo; para él la medida del valor de las cosas es el valor del trabajo que hay en las cosas. El mercado se encargará de maximizar la utilidad subjetiva del individuo, utilidad que se medirá a través del cálculo hedonístico. Sin embargo, para Protágoras el valor de una cosa siempre es determinado por el valor del trabajo.
Aristóteles (384-322 a. C.) sin hablar de valor de cambio y valor de uso, ni de precio y valor, sí proporciona estas diferencias al decir:
“Toda propiedad tiene dos usos que le pertenecen especialmente, aunque no de la misma manera: el uno especial a la cosa, el otro no lo es. Un zapato puede a la vez servir para calzar el pie o para verificar un cambio. Por lo menos puede hacerse de él este doble uso. El que cambia un zapato por dinero o por alimentos con otro que tiene necesidad de él, emplea este zapato en tanto que tal, pero no según su propio uso, porque había sido hecho para el cambio”. (Aristóteles).
Aristóteles también da importantes nociones de la teoría del valor. El texto de Aristóteles sobre el intercambio de mercancías trató de la reciprocidad del valor y la justicia cuando escribió:
“Puede representarse esta reciprocidad proporcional de servicios por una figura cuadrada, en la que se combinen los términos opuestos en el sentido diagonal. Sea, por ejemplo, el arquitecto A, el zapatero B, la casa C, el calzado D. El arquitecto recibirá del zapatero la obra que le es propia del zapatero, y en cambio, le dará la obra que el mismo hace. Si hay desde luego entre los servicios cambiados una igualdad proporcional, y en seguida hay reciprocidad de buenos servicios, las cosas pasarán como ya lo he dicho. De otra manera, no hay igualdad ni estabilidad en las relaciones, porque puede suceder que la obra del uno valga más que la del otro y es necesario igualarlas. Esta regla tiene aplicaciones en todas las demás artes (…) (Aristóteles).
Para los romanos el valor de las cosas es determinado por el precio y éste no es determinado subjetivamente sino objetivamente por la valoración por los costes de producir esas cosas. Así en el Código Justiniano se dice: “Los precios no se establecen por capricho o la utilidad de los individuos sino de acuerdo a su valoración”.
El texto de Aristóteles sobre el intercambio de mercancías fue probablemente mutilado o perdido desde hace muchos años y los escolásticos han tratado de descifrar su significado cerca de cuatrocientos años.
Los escolásticos se quedaron con la idea de valor de Aristóteles y añadieron la noción de equilibrio. Esto es, que el valor está determinado por el coste, por un lado, y por la demanda por otro. Llegaron al precio justo de una cosa utilizando el criterio de estimación común o voluntad de pago. Esta estimación de pago es parecida a la disposición a pagar por un bien que se manejará siglos después en la teoría de la utilidad.
Por otro lado, de forma subsidiaria añadieron que el valor de una cosa también debía ser su coste de producción. Dos criterios que parecen similares a lo que siglos después se llamará “condiciones de competencia”.
Santo Tomás de Aquino (Italia, 1225-1274) es el principal representante de la Escuela Escolástica. Fue discípulo de Alberto Magno (Alemania, 1206-1280). Sin embargo, mientras que Alberto el Magno defendía que el coste de producción era el verdadero valor de un bien, Santo Tomás de Aquino asignó el valor a la utilidad a los bienes conforme a un orden natural en la creación del mundo por Dios. No podía ser de otro modo ya que las verdades teológicas para él estaban por encima de las racionales. También consideró el valor de cambio y su distinción del valor de uso como Aristóteles. Añadió además la noción de necesidad de un bien. Así, cuanto más necesario era un bien mayor valor tendría. En realidad, puede decirse que Santo Tomás de Aquino criticaba y denunciaba el precio que surgía en el mercado por injusto. La concepción de Santo Tomás de Aquino de precio justo, era normativa y no objetiva como lo es el precio de mercado actualmente. Le interesaba más la justicia del intercambio que el precio de mercado.
Para los mercantilistas el valor de las cosas era un valor de cambio en términos de oro y plata, verdadera riqueza de un individuo y un país.
Los fisiócratas, con Francois Quesnay a la cabeza, consideraron que el valor y la productividad de las cosas estaban exclusivamente en el sector primario: agricultura, ganadería, minería, bosques, etc. Las industrias manufactureras y los servicios los consideraban estériles. Para los fisiócratas los precios de productos agrícolas –los más valiosos y productivos para ellos- han de fijarse en libre mercado, con “laissez faire” y con pocos impuestos.
Adam Smith en el Capítulo IV del Libro Primero de su obra “Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones” distinguió claramente el valor de uso y el valor de cambio. Para ello lo ilustró con la paradoja del agua y los diamantes. En condiciones normales el valor de cambio de los diamantes es muy elevado y el del agua muy bajo. Sin embargo, cuando se pasa necesidad en un desierto el valor de uso del agua es elevadísimo y el de los diamantes prácticamente nulo.
En los Capítulos V y VI del Libro Primero Adam Smith decía que el valor venía del coste del trabajo. Smith en el Capítulo V señaló que el trabajo era la medida real del valor de cambio y el primer precio pagado por todas las cosas. Smith, en el Capítulo VI, añade a la explicación del valor objetivo por el trabajo los conceptos de las rentas del trabajo, de la tierra y del capital.
Desde la antigüedad la teoría del valor ocupó a los pensadores. Unos pensadores fueron partidarios de que el valor de las cosas proviene de lo útil que pueda resultar su consumo, a esta la llamaron la teoría subjetiva del valor, y otros pensadores fueron partidarios de que el valor de las cosas proviene del valor del trabajo para poner en disposición para el consumo una cosa, a esta la llamaron teoría objetiva del valor o del valor por el coste: “El coste de producción determina el valor”. ¿Es la teoría del valor-coste de producción acertada? Smith, Ricardo y, Marx iniciaron la búsqueda de una medida universal del valor con su teoría del valor trabajo, pero desafortunadamente no la encontraron.
Más adelante serán los neoclásicos los que llegarán a explicar adecuadamente que valor y precio son la misma cosa a través de la teoría de la demanda, que contempla la utilidad subjetiva y la teoría de la oferta, que contempla el coste objetivo de producir una cosa. Serán pues los neoclásicos los que por fin elaboren una teoría universal del valor elaborando una teoría de los precios consistente.
La teoría del valor en la escuela neoclásica se abordó a partir de la teoría de subjetiva de la utilidad que con su maximización sujeta a la restricción presupuestaria permite obtener un comportamiento objetivo de la demanda; y, por otra parte, con la teoría objetiva de la producción que con su maximización de beneficios permite obtener un comportamiento objetivo de la oferta. De este modo se cierra el círculo. Al mismo resultado de valor, esto es, precio desde el lado subjetivo y desde el lado objetivo.
No solo se llega al precio como valor, sino que además se proporciona una teoría de la distribución del valor entre trabajadores y empresarios. De este modo, el principio de la productividad marginal es la otra cara de la regla de maximización del beneficio, esto es que el coste marginal es igual al precio. Se puede demostrar fácilmente que si el coste marginal es igual al precio esto implica que el valor producto marginal de un factor variable es igual al precio de ese factor y eso es generalizable a todos los factores variables, y viceversa. Esto es, si el valor producto marginal de un factor variable es igual al precio de ese factor eso implica que el precio es igual al coste marginal.
Los antecedentes de este principio se encuentran en Von Thünen, Gossen y Ricardo.
La primera formulación clara de que el valor producto marginal de un factor variable es igual al precio de ese factor y de que eso implica que el precio es igual al coste marginal, se debe a Marshall, aunque Marshall ignoró este principio a la hora de construir las funciones de demanda de factores ya supuso funciones de producción de coeficientes fijos.
Por otro lado, el primer análisis coherente de las implicaciones distributivas del principio en cuestión se encuentra en John Bates Clark (EE. UU.), el padre de la llamada “teoría neoclásica de la distribución”. Después de Clark, los nombres más significativos en este campo son Wicksteed (Inglaterra) y Wicksell (Suecia).
Lo que hace Clark en su libro The Distribution of Wealth (1899) es extraer las conclusiones pertinentes acerca de la distribución del producto nacional entre los dueños de los factores de producción a partir del principio de la productividad marginal. Clark presupone una dotación fija de factores (tierra, trabajo y capital), una organización perfectamente competitiva y una situación de equilibrio estacionario. En este contexto se tiene que cumplir que:
A partir de aquí se puede enunciar el llamado “teorema del agotamiento del producto”: el producto nacional se distribuye íntegramente entre los factores de producción de tal manera que cada factor es remunerado de acuerdo con su productividad marginal y no queda ningún remanente.
Si –para simplificar– suponemos que en la economía se produce un único bien, X, de acuerdo con la función de producción que depende de dos factores variables, trabajo (L) y capital (K):
X=F (L, K)
en equilibrio se tendrá que cumplir que el precio del bien producido Px por la cantidad producida X ha de ser igual a la suma de los precios del trabajo PL y capital PK multiplicados respectivamente por la cantidad de trabajo L y de capital K. Esto es:
PxX = PLL + PKK
siendo
PL=FLPx , PK=FKPx
En donde FL es la productividad marginal del trabajo y FK es la productividad marginal del capital. Sustituyendo estos valores en la expresión anterior y eliminando Px, se obtiene:
X = FLL + FKK
Esto es, el producto se obtiene pagando un salario igual a la productividad marginal del trabajo y pagando al capital un precio que es igual a la productividad marginal del capital.
Clark utiliza este resultado para construir una crítica al marxismo –concretamente la teoría marxista de la explotación– y para desarrollar una teoría alternativa de la explotación. A esta teoría alternativa se la denomina como “teoría neoclásica de la explotación”, según la cual el trabajo es explotado cuando el salario está por debajo del valor de la productividad marginal correspondiente.
Escrito por Pablo Coto Millán. Director del máster de comercio, transportes y comunicaciones internacionales. Master Transcom de la Universidad de Cantabria.
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